Opinión: Rodrigo Cabezas.
Dos posturas ante revuelta Árabe.
Los acontecimientos desatados en el mundo árabe serán registrados por la historia como un cambio de época, cierre y apertura de tiempos trascendentes a lo cotidiano. Registrará pueblos, multitudes bravías que desafiando el orden establecido reclamaron, protestaron, insurguieron contra aquel, buscando superar los modelos autoritarios y en algunos casos dictatoriales.
Un episodio de la historia de la humanidad que más allá de cualquier visión ideológica o religiosa, reitera o ratifica la constante búsqueda de la especie humana de espacios mayores para la libertad, la justicia y la igualdad. Un momento en la historia del hermano pueblo árabe donde millones de seres humanos toman calles, plazas, cuarteles y se atreven a exigir cambios en el sistema político y cambios en el liderazgo que les gobierna. Nadie fue capaz de preverlo, de anunciarlo, sobrevino sorpresivamente y por la fuerza social desatada y la consecuencia de ahora y del largo plazo se hace historia. Ahí está estremecida, convulsionada, transformada, paradigmática y, es así porque cualquier interpretación por caprichosa que sea no le quitara el protagonísmo al heroico pueblo Árabe.
Los que son imperios o se sienten imperios tienen una postura hipócrita, por decir lo menos, cuando se registra su comportamiento frente a hitos históricos como el que comentamos. El liderazgo de Estados Unidos de Norteamérica intentó atenuar, detener, apaciguar y controlar los episodios populares vividos en Egipto y Túnez. Aun sorprendidos por la revuelta social clamaban por dejar terminar los mandatos gubernamentales de dirigentes cuestionados o criticados por la hola histórica que les obligaba a partir. Tal postura obedecía a consideraciones geopolíticas que les exigía a respaldar hasta lo mas posible a gobiernos que les habían servido como títeres, es decir, lideres, gobiernos y estados subordinados a la gran potencia hegemónica. Nunca apostaron por lo que podría llamarse “oposición” a los regimenes que se desplomaban, nunca se les ocurrió convocar el Consejo de seguridad de la ONU o mover sus portaviones de guerra a la costa de aquellos países. Rendidos ante el avasallamiento popular, entonces piden una solución política para que se preservara la paz y se evitara la guerra civil en aquellas naciones.
Los acontecimientos de Libia les quitan la careta y les deja ver el doble discurso para abordar lo que ocurre en el norte del continente Africano.
En Libia, para los Norteamericanos no hay solución pacifica posible, se convoca al consejo de seguridad para poner en marcha una intervención militar extranjera, se apoya deliberadamente a la “oposición” interna, se les reconoce como posible gobierno alterno, se inventa unos “bombardeos a ciudades” no verificadas. Los viejos y recientes aliados de Gaddafi en la lucha contra el terrorismo en Europa sacuden el ultimo aliento del reciente abrazo con aquel y se alinean, unos mas, otros menos, en la salida guerrerista y divisionista para el pueblo Libio. La guerra civil les parece una opción por lo que se disponen a reforzar militarmente la insurgencia. La propuesta de paz formulada por el Gobierno de Venezuela y apoyada por las naciones del ALBA es desestimada. Al unísono los portavoces del pentágono les parecen aceptables, creíbles y correctos las opciones de la monarquía marroquí y del gobernante de Yemen para salir de la crisis. Mayor caradurismo, imposible.
La explicación de esta actuación insincera nos remite en el caso particular de Libia a un gobierno hostil a los norteamericanos y a unos yacimientos petrolíferos que producen 1.6 millones de barriles diarios y que preservan reservas de más de 40 mil millones de barriles. Esto ultimo apetitosa riqueza para un capitalismo que saquea para poder atender el consumo irracional por despilfarrador de la energía.
Los socialistas venezolanos frente a la revuelta popular árabe hemos tenido una única postura, una única observancia de los acontecimientos históricos que vivimos: Simpatizamos con las multitudes que buscan libertad, justicia y democratizar sus sistemas políticos, nos oponemos a la solución violenta del conflicto, queremos la paz para derrotar la guerra que mata inocentes, apostamos que gane el pueblo y no la industria armamentista y los perros de la guerra, somos contrarios a cualquier intervención extranjera y esperamos que ningún país o grupo de países por poderosos que sean intenten confiscar los procesos liberadores y soberanos que protagoniza el siempre histórico y hermano pueblo árabe.
Prensa PSUV.
Prensa PSUV.